jueves, 31 de enero de 2008

Identidad sexual
Esta fotografía muestra el típico prototipo de lo que hoy en día conocemos como “travesti”. Para llegar a este punto, tuvo que atravesar demasiadas vicisitudes y superar muchos complejos que no le permitían ser lo que es ahora. Sus ojos, no son más que unos lentes de contacto color miel que desean generar un aire de inocencia y feminidad. Los labios han sido coloreados con un fulgurante labial, que estimula los sentimientos más bajos del atento observador. Su cabello, hermoso, rojizo y rizado, es un fraude, un engaño, no es más que una peluca perfectamente elaborada con gran dedicación y cuidado. Pretende ocultar su calvicie prematura. Sin embargo, su nariz es una maravilla de las cirugías modernas, reconstruida por un distinguido cirujano plástico, quien la convirtió en un ejemplar de la perfección. No obstante, su cara, sin arrugas, sin manchas, sin cicatrices, es el resultado de muchos tratamientos con cremas, geles, láser, y especialmente, Botox. Además, ese collar que pende de su cuello, es un simple ornamento para parecerse más a una mujer.
Plasticidad, superficialidad y falsedad, es lo que inspira este hombre. Un ser que quiere esconder su naturaleza y aparentar algo que quería ser desde el momento en que descubrió su orientación sexu
al.



El velorio

En esta fotografía se ha querido representar la tristeza y melancolía que se siente en un velorio. Aunque el ataúd no se vea, es evidente que los gestos de los niños y la atmósfera son peculiares de un escenario fúnebre. Al fondo podemos reconocer el árbol del olvido, símbolo de la pérdida física y moral de un ser querido. Los moños rojos que cuelgan de sus ramas, hacen referencia a aquello que ese ser se lleva de la vida terrenal: su alma, su espíritu, sus más profundos sentimientos.
Observamos que el jovencito de camisa amarilla, no puede expresar su pena en público, por eso, está descargando todo su dolor con la niña rubia de blusa negra. Esta a la vez, no muestra ninguna actitud de conmoción por lo que está oyendo de su compañero. Simplemente hace un gesto de poca importancia. Sin embargo, en sus ojos se observa una sensación de aflicción producida por el suceso. No obstante, su labor es tratar de controlar el desespero que está sintiendo el pequeño niño vestido de rojo. Aquel, está a punto de perder los estribos y se está dejando llevar por la impaciencia, sin tratar de controlarse.
De esta manera, vemos cómo la tristeza, indiferencia y desesperanza son unas de las distintas reacciones que una persona puede manifestar en una calamidad, en especial la muerte.